Eduardo Salazar Gallegos
Lo que sigue, como se podrá intuir desde el título, no tiene nada que ver con la temática de este blog. Sin embargo, me tomo una licencia para rendir este modesto homenaje al profesor Florencio Martinez Aguinagalde, que hoy nos anunció de un batacazo que se jubila y que no nos aburrirá más con sus anécdotas. Porque sus clases se habían convertido en eso, en historias que hilaba una tras otra y que sin duda lo divertían (el contarlas) muchísimo más que repetir con monotonía los códigos que rigen la deontología profesional.
Estoy convencido de que "olvidaba" el marcador de pizarra para no tener que incorporarse y dibujar su cuadrilátero con "la Constitución arriba, al centro la información". La pantomima que representaba cada semana buscando el marcador y lamentándose de no encontrarlo no embaucaba a nadie. Seguramente me odiaría si leyera este post, porque no soy capaz de recordar los años que lleva de profesor en la Universidad del País Vasco, dato que le encantaba repetir en cada clase. Aunque, como también le gustaba distinguir, es seguro que no me obsequiaría con tan formidable sentimiento, sino que tan solo con el inferior de su desprecio.
Sabido era por nosotros que se jubilaba este año, y tal vez por ello (o por otras razones, imposible saberlo sin tener la causa a la vista) ya la ortodoxia académica le daba un poco lo mismo. Oficialmente se retirará mañana de la docencia, cuando dicte su última clase al grupo de la mañana. Tuvimos poco tiempo para conocerlo. Es más lo que intuíamos detrás del personaje que quiso construir, y por eso le reprochamos la injusticia de habernos privado de conocerlo un poco más, aunque sea para poder juzgarlo según las reglas del debido proceso. Una larga carrera de docente llega a su fin, y sólo él sabrá cuánto la echará de menos.
Algo de su viejo espíritu de formador de Periodistas afloró, sin embargo, bajo su máscara de cinismo (aunque nos dijiste, Florencio, que para ser un cínico se necesitaba ser "muy listo, y yo no llego a listo siquiera") y quiso leernos, a modo de despedida, el artículo Periodistas de Elvira Lindo, publicado en El País el 19 de mayo de 2010 (he contrastado las fuentes, Florencio). Mantuvo la compostura casi hasta el final, cuando su voz y la emoción lo traicionaron, obligándolo a terminar la última frase como pudo y a levantarse de la silla todo lo rápido que le permitieron sus frágiles brazos, quizás con cuántos recuerdos agolpándose en su cabeza, y se retiró de la sala para no derramar sus últimas lágrimas de profesor delante de unos alumnos con los que, inevitable deformación de la profesión, empezaba ya a encariñarse. Adiós, Florencio. Adiós, profesor.
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