Ya les conté sobre las peripecias del surfista tecnológico. Ahora les cuento de este otro personaje, aquel pariente lejano del Dr. Jekyll and Mr. Hyde, ese que nunca pone un pie fuera de la cama antes de que el sol esté bien alto sobre el firmamento, aquel que dice rendir mejor en horas nocturnas, o que siempre pierde el autobús porque se le pegaron las pestañas...bueno, ya saben a qué me refiero.
Pero basta que algún colega lo llame y le avise que mañana "la playa secreta" estará increíble, y verás en él una súbita transformación, un arrebato de nerviosismo se apodera de él y se entrega a una frenética actividad. Busca la parafina, revisa las quillas de su tabla, cuelga el neoprén que dejó húmedo y sin aclarar desde el último baño y hasta se convierte también él en surfista tecnológico y se lanza a su ordenador a corroborar la información. Luego pone el despertador a las seis de la mañana y, al día siguiente, lo más asombroso de todo: ¡se levanta!
Porque yo también me he convertido en uno de ellos muchas veces, comprendo muy bien el sacrificio que implica madrugar, beber un café medio dormido, coger las cosas y salir de casa de noche, en pleno invierno, para ponerse el neoprén húmedo y frío y meterse al mar helado para poder disfrutar de "la playa secreta" sin gente...por todo eso: mis respetos, mi querido surfista madrugador.
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